4/V/10. PPO. Huelva Informaciín.
Los mayordomos toman la vara para entregarse a la Santa Cruz
El pueblo campillero daba la bienvenida el viernes a quienes dirigirían su camino hacia Rocalero en busca del romero
Los nuevos mayordomos, Mari Flores Nazario Fernández y Francisco Romero Marmesá, tomaron el viernes la vara de la Romería de El Campillo para entregarse, para rendirse, a la Santa Cruz. Bajo gritos de ¡Viva! recogieron el testigo de las manos de Carmen Dorado y ángel Gadea. Embriagados por una emoción indescriptible, iluminados por una inmensa amalgama de sensaciones, todas sublimes, de una excelsitud extrema, cumplían así su sueño, el que representa la máxima expresión de la devoción por una fiesta que sobrepasa los límites del ocio y la diversión para arraigar en lo más profundo de todo un pueblo.
No estaban solos. El pueblo entero los arropaba en una Plaza del Ayuntamiento desbordada por las notas de color de un sinfín de volantes y lunares estampados sobre los trajes que lucían decenas de flamencas. Un baño de multitudes aderezado por los aromas del constante trasiego de caballos, los taconeos del grupo de baile Amanecer Minero y los sones del coro Los Sureños. Todos, escoltados por la cúpula de la Hermandad de la Santa Cruz que preside Enrique Diéguez. El ambiente era único. El Campillo vestía sus mejores galas para saludar a sus mayordomos.
Mari Flores y Francisco estaban exultantes, nerviosos. No era para menos. En ellos recae el privilegio, y también la responsabilidad, de comandar la colosal comitiva que, a partir del mediodía del sábado, emprendería su rumbo hacia Rocalero para, con la caída de la noche, volver al pueblo con ingentes cantidades de romero que serían entregadas en señal de tributo a la Santa Cruz de El Campillo en su Ermita. ésta sólo sería la primera de las peregrinaciones del fin de semana, pues el domingo los tamborileros volverían a despertar a los más de dos millares de fieles para partir de nuevo hacia el campo de la romería por la senda que se abre desde Cuatro Vientos.
Por las mentes de los mayordomos sólo rondaba una preocupación, la habitual: el deseo de que todo salga perfecto. Pero este anhelo siempre se materializa en la práctica. Y es que la Romería de la Santa Cruz se erige cada año en un canto a la convivencia y a la solidaridad, unos valores que brotan con más vigor que nunca entre los campilleros con cada llegada del primer fin de semana de mayo. Una fecha de reencuentro, de retorno a casa de los que tuvieron que emigrar, y de recuerdo de los que ya no están, cuya memoria permanece grabada en cada una de las medallas que cuelgan desde hoy del cuello de sus hermanos peregrinos.
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